Colchane, Chile – La respiración de Allyson se vuelve más pesada a medida que avanza por el cruce fronterizo informal, abriéndose camino a través del vasto humedal de gran altitud donde Bolivia se desvanece en Chile.
Acostumbrada a vivir con una enfermedad que le aqueja los pulmones, la niña de 5 años habla con una voz grave y grave que casi suena a adulta: “Vinimos a Chile por mi operación y trabajo”.
La niña y su familia se encuentran entre las decenas de miles de migrantes y solicitantes de asilo latinoamericanos que han desafiado el altiplano, con sus temperaturas extremas, para una nueva vida en Chile. En los últimos años, el país se ha convertido en un importante centro de migración y en una alternativa a destinos como Estados Unidos.
Pero el viaje es difícil y el gobierno chileno ha redoblado sus esfuerzos para cerrar sus fronteras a los inmigrantes indocumentados. Aun así, para refugiados y migrantes como Allyson, oriundo de Bolívar, Venezuela, el viaje puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
“En el hospital nos dijeron que nos fuéramos porque en Venezuela no me podían curar si me volvía a enfermar”, explica jadeando mientras el sendero la lleva a través de una de las fronteras más altas del mundo, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. .